MI BARRIO

entre dos cementerios
una calle
a la mar
a la vida
(Thánatos suele
bañarse en estas aguas
y por las noches
Eros transmuta
los ayes de dolientes
en gemidos mordidos
contra el muro)

mañana de domingo
tan tempranera
que el humano rumor
inexistente
cede oído
a los pájaros
de los viejos cipreses

mañana de domingo
antes que la campana
comience su tañir
por cada féretro
un pescador desliza
silencioso
la ilusión ancestral
hacia la vida

mañana de domingo
tal vez este sol
este viento
del este
este salitre
este vino
este certero intuir
este silencio final
que todo cubre

tal vez madre
tierra
tal vez madre
agua
tal vez el lodo
humano
de los dioses

NUESTROS TIEMPOS

GAZA

si te estremece el rayo
si te retumba el trueno
si te tirita el viento
piensa sólo un instante
un instante tan solo
en los niños de Gaza
esos niños tan niños
esos niños tan huérfanos
tan lejos de Jehová
de Alá
de Jesús o Mahoma
y tan cerca del miedo
si los piensas tan solos
tan huérfanos tan niños
entonces estremécete
retúmbate y tirita


los fariseos viven
están entre nosotros

MAS ACA DE LA MUERTE


Mi tío Ovidio estaba casi convencido de que era inmortal.-
Su error de apreciación consistió en creer que la burocracia celestial era tan negligente e incompetente como la nuestra.-

-¿Sabés sobrino que ayer fui al médico?
-¿Ah, sí?...¿Y qué te dijo?
-Y...que tengo presión alta...que tengo que dejar el vino.-
El ómnibus juntaba todo el calor del aire, el de la carretera y el del propio motor y lo repartía equitativamente entre todos los pasajeros.-
En esa calurosa tarde veraniega, mi tío Ovidio me hizo conocer su decisión de dejar el vino; única bebida capaz de ser reconocida por su sediento paladar. En los últimos veinte años había deslizado por su garganta la existencia de varias bodegas. Nunca nadie lo vió agresivo ni tambaleante ni oyó a su lengua con los titubeos propios de la borrachera. Es decir, el tío Ovidio era un borracho interior. El vino le ponía estrellitas en los ojos, ingenio en los dichos y alegría en el corazón. En definitiva, el tío Ovidio era un tipo buenazo.-
Esa tarde, en medio de los estertores del motor del bus, me sentí algo así como depositario de un secreto de confesión.-
Arribados al balneario, luego del indeseado baño turco, todo fue actividad para nosotros. Alistar la chalana, revisar cabos, remos, estrobos y poner a prueba el fuera de borda, consumieron nuestra primer hora. Conseguir otros dos compañeros, botar la embarcación y poner rumbo al pesquero, no fueron tareas dificultosas. Esa vez, la suerte estuvo del lado de los pescadores.-
Como buen cocinero que era, esa noche el tío Ovidio canturreaba junto a las hornallas, mientras la olla despedía el delicioso aroma de un chupín de corvina. La botella de tinto y un vaso bien servido, sacaban pecho sobre la mesada. En esa cena, el tío trasegó un litro y medio hacia su estómago.-
La sobremesa se prolongó hasta más allá de la medianoche. Los relatos de su infancia y juventud, lograban avivar mis fantasías adolescentes.-
A la madrugada siguiente, otra vez a la mar. Nuevamente la suerte de la pesca nos fue favorable. Ovidio llenó la parrilla con tres hermosos meros. Mientras paladeábamos aquella exquisitez, el tío se bajó otro litro y medio. Mi asombro pudo más que mi prudencia:
-Pero tío...¿no me dijiste que no tomabas más?
La respuesta vino de inmediato, con cierto tono de enojo:
-Un litro y medio con el almuerzo y un litro y medio con la cena ¿desde cuándo eso es tomar?-


Poco tiempo después fui a visitar al tío Ovidio, internado, a punto de hacer un derrame cerebral por hipertensión arterial.-
La sonrisa no había abandonada su rostro.-
-Pero, sobrino ¿para qué viniste?...Si yo en 2 ó 3 días me voy de acá. Quedate tranquilo que yo no me puedo morir. Allá arriba me tienen borrado.-
Y la cara se le ponía más burlona que nunca. Su inmensa nariz, siempre muy colorada, asentía con vida propia.-


-Vieja, vieja, despertate. ¡No vas a creer lo que me pasó!
La tía Blanca, medio adormilada, acostumbrada a los divagues del tío Ovidio, preguntó como por compromiso:
-¿Y qué soñaste papá?...
Cuando él la abrazó y ella percibió el cuerpo de su marido muy frío, pensó que él estaba enfermo o que el sueño realmente le había trastornado.-
Ovidio no era un hombre temeroso; enfrentaba todas las situaciones con decisión y como sobrándose, de manera que ahora debía haber pasado algo verdaderamente grave.-
-No fue un sueño, vieja, te juro. La Muerte estuvo a buscarme ...me quiso llevar.-
Blanca entendió que esa vez no era una de las tantas chanzas que el espíritu burlón de Ovidio gustaba gastar a parientes y amigos. Le abrazó muy fuerte y en silencio.-
-Me desperté temblando de frío -continuó el tío Ovidio- Ella estaba parada a mi lado y me había agarrado una mano. Era muy blanca, muy vieja y muy fría.
-Vamos! -me dijo-.
-¿Y vos quién sos? ¡Yo no voy nada!
-Vamos...soy la Muerte, te vine a buscar.
-¡No! -grité yo- no me jodas; no es acá; es al lado...Vieja, Ella se fue, pero yo estoy helado.
Blanca y Ovidio se abrazaron muy fuerte y terminaron haciendo el amor con los ímpetus de su ya lejana juventud.-
Muy temprano por la mañana, al abrir el almacén, en la casa vecina había un movimiento de gente impropio para la hora. Doña Aurora se acercó sollozando:
-¿Vió que horrible, Doña Blanca, encontraron a don Pedro, muerto en la cama, pobrecito. Fue hace poco rato; todavía está calentito. Dios lo tenga en la gloria.-
Desde ese día, el tío Ovidio estuvo casi convencido de que en los registros celestiales le habían dado de baja por error.-



Cuando salió del sanatorio, el tío Ovidio, volvió a sus rondas de naipes, a las tertulias familiares y, en un esfuerzo supremo, rebajó su consumo de tinto a un litro diario. Siguió derrochando buen humor, siguió con sus bromas, algunas bastante pesadas, y siguió con las calenturas propias de la ancestral sangre mediterránea que corría por su cuerpo. Era parte del paisaje familiar. No había evento que no contara con su presencia. Arrimaba su alegría militante en los festejos y su solidaridad sincera cuando era necesaria.-


Por eso cuando me avisaron de su muerte, la incredulidad corrió pareja con mi congoja. Junto a su féretro mandé mi mensaje en silencio, seguro de que él lo recogería.-
La muerte no había logrado despintar su rostro rubicundo ni su rotunda nariz, pero junto a la mueca burlona, que seguía al firme, había en su gesto una inconfundible impresión de asombro.-

ENTRE REDES

El ala de la gaviota acariciaba el misterio. El pejerrey, espuma entre la espuma, retozaba en la rompiente.-
Las chalanas parecieron embestirse con furia. A último momento el tripulante de una de las chalanas, con habilidad de corsario, clavó el remo de la banda contraria a la del abordaje. La chalana viró bruscamente y pegó de banda contra la rival. Cuando el gigantesco negro intentó incorporarse, el contrincante ya estaba, caña en mano saltando a bordo de su embarcación. El atacante amagó con la punta forrada de la caña. El negro, a medio pararse, levantó su caña cubriéndose la cabeza. La caña de su rival describió un rápido arco descendente y barrió las piernas semiencogidas del negro. Con la punta forrada de la caña, el invasor pegó en el pecho del contricante y lo introdujo, de medio cuerpo, dentro del tambucho de proa. Parecía increíble que tamaña humanidad cupiera en espacio tan reducido. La caña comenzó a golpear de punta. Era tanta la fuerza puesta por el atacante, que el pecho y las costillas del moreno sonaban con un ruido tal que parecía imposible que sus huesos no se hicieran astillas. Por suerte, los jueces estaban atentos y desde su embarcación pudieron, con gran esfuerzo, detener la furia celeste del atacante.-

Tal vez el haber nacido junto a un puerto, donde se amansa hasta el más bravo de lo temporales. Tal vez la generosidad de las aguas del estuario entregando sus peces a todo aquel que tuviera un poco de paciencia y habilidad para capturarlos. Tal veces hay millones. Certezas sólo los hechos porfiados y descarnados como las piedras del puertito. Lo cierto es que mi barrio siempre se caracterizó por esos personajes que, repatingados en la silla de un boliche, cigarrillo humeante y vaso de vino tinto bien a la mano, afirmaban, con orgullo de kamikase: "A mi me vinieron a buscar de Peñarol y les dije que no". O también: "Los de Nacional me quisieron llevar...como diez veces vinieron...y...les dije que yo juego al fóbal pa divertirme". Y en todos los casos las afirmaciones eran ciertas. Había como un regodeo masoquista en ese negarse a ser. Una intención firme de no trascender. Una defense velluda de la intimidad en la que la fama no debía ir más allá de los límites del barrio. Alguno que sucumbió a la tentación y viajó hacia las grandes luces de la orilla de enfrente, volvió rápido...no lograba dormir sin el murmullo de las olas y sin el desafinado coro de los renacuajos.-
Nunca oí a ninguno de estos personajes quejarse de la decisión tomada. Muy por el contrario, parecían sentir un gran orgullo de haber corrido fuera al dinero y a la fama. Era claro que les bastaba el boliche del barrio, el recuerdo de pasadas glorias en ignotas canchas, la lata de cangrejos, la tacuara pescadora de ilusiones y el íntimo convencimiento de "yo no fui alguien porque se me antojó ser nadie".-
Sin embargo hubo excepciones y los excepcionales merecen la referencia.-

Cuando a Luisito lo vinieron a buscar de Nacional no dudó ni un segundo. Ese jueves a las ocho de la mañana estaba en el Parque Central. Su aspecto no era de los mejores. La camisa raída, el remedo de pantalón de futbol sujeto a la cintura por un grueso hilo, el pelo hirsuto, la barba de tres o cuatro días y los pies descalzos, no era precisamente la imagen que los dirigentes de aquel club de finos señoritos pretendían para su equipo.-
Alguien comentó en voz alta: "¿Y a éste perdulario de dónde lo sacaron?".-
Luisito alineó de centre-forward en el cuadro de los aspirantes. Jugaban contra la reserva de Nacional que tenía flor de equipo. Ganaron los aspirantes 4 a 3. Al sacudir por tercera vez las redes adversarias, Luisito se encaró al petimetre que había hecho el comentario hiriente y haciendo un ademán obsceno le gritó: "¡Pardulario, ésta!"
Pero esa no fue la razón por la cual nunca pudo vestir oficialmente la blusa del club de sus amores. La verdadera razón estuvo en sus pies. Los pies deformados por las rocas del puertito, por las arenas de la playa, por los rigores del clima. Los pies rematados en unos pulgares retobados provistos de unas uñas cual espolones de gallo de riña, se negaron a ser cubiertos por los zapatos de futbol reglamentarios y ahí terminó, sin haber comenzado, la carrera de quien pudo ser uno de los mejores artilleros del futbol uruguayo de la época de las glorias.-

Así como se presentó esa mañana en la cancha del Parque Central, se presentó siempre que la vida lo reclamó. Sus ancestros escoceses, denunciados por unos ojos azules que le bailaban por toda la cara, le impulsaron a la mar. La necesidad de ganarse la vida le hizo pescador. Pescador de palangre y coraje. Pescador de remo y paciencia. Pescador de trasmallo y silencio con carro de un caballo para repartir por el barrio alimento y esperanzas.-
Nunca poseyó nada más que una infinita bondad y un irrestricto sentido de justicia.-
Una vez compró un terreno a plazos cerca de la esquina de Aldea y Propios. Si algún amigo andaba en la mala, él le decía: "Andá y hacete un ranchito en mi terreno, hasta que te rueden bien las cosas". Cuando él se acollaró tuvo que ir a vivir, junto a su mujer, a una especie de rancho lacustre que tenía junto a la costa, frente al "Cabaret de la Muerte", cruzando la rambla de senda única. En este rancho, Luisito guardaba sus artes de pesca y era punto de reunión de los pescadores de la zona. En su propio terreno no había lugar para levantar un solo rancho más.-
Desde niño, Luisito acostumbraba a bañarse desnudo en una de las tantas canaletas de aguas mansas del puertito. Esta costumbre le acompañó de por vida. Por supuesto que su nudismo amanecedor no implicaba acto de inmoralidad o de agresión alguna para el prójimo.-
Corrían los años de la dictadura terrista. Don Pedro, vecino del barrio, era Jefe de Policía de Montevideo.-
Una mañana Luisito fue detenido por bañarse desnudo. Enterado don Pedro quien, al igual que todos los vecinos, apreciaba al pescador, concurrió a la Seccional 15 a interesarse por la suerte del detenido y a interceder por él. Luisito fue conducido ante el Jefe y el Comisario de la Seccional quien comenzó el interrogatorio:
-¿Usted, por qué fue detenido?
-Por bañarme desnudo.-
-Ajá. Y digamé...¿el sitio en que usted se bañaba , era visible para alguien que pasara por el lugar?
-No, nadie me podía ver de ningún lado.-
-Entonces -interviene el Jefe- no entiendo por que fue detenido.-
-¿Y qué quiere don Pedro? Usted sabe como son estos milicos de mierda -dijo Luisito-.
-Comisario, ¡me lo remite de inmediato!
-Pero...¿por qué señor jefe?
-¡¿Es sordo usted?! ¡Por falta de respeto a la autoridad!

El barrio crecía. El pequeño puerto natural, aduana del Presidente Oribe durante la Guerra Grande, fue infiltrado de hormigón y transformado en un puerto moderno. El día de la inauguración vinieron embarcaciones de todas partes de América. Hubo competencias y regatas de todo tipo. Por la mañana, Luisito tripulando su chalana ganó la competencia de remo por un calendario de ventaja. Por la tarde se celebraron la regatas entre las diferentes categorías de yates. Cerraban los festejos las luchas de abordaje entre chalanas. Cada chalana, con un único tripulante provisto de dos remos y armado con una gruesa caña forrada con bolsa de arpillera en un extremo, quien debía enfrentar a los demás, tratando de arrojar al agua o inmovilizar al tripulante de la chalana rival. Al final de los combates sólo quedó en pie, agitando como un molino su caña por encima de la cabeza, la figura de un petizo fornido, de pelo hirsuto, barba de tres o cuatro días, vestido únicamente con un pantalón negro de futbol, que sujetaba a su cintura con un grueso hilo anudado.-
En el momento de ir a recibir los diez pesos de premio, que le correspondían como vencedor en la lucha de abordaje, un porteño, con la impertinencia propia de los poderosos, le gritó desde la cubierta de su lujuso yate: "Che uruguayo, vos no podés con éste". Al lado del impertinente, erguido, de brazos cruzados sobre el pecho, un titán negro miraba a Luisito desde sus más de cien quilos de peso. Luisito se excusó, dijo que estaba cansado, que quería ir a festejar los triunfos con los amigos. Una perdigonada de burlas y carcajadas hirieron a Luisito. Los ancestros de montaña y nieve, enfrentando a los temibles vikingos, de príncipes de mares, erizaron aún más sus pelos. Los vientos del norte duros, las sudestadas inclementes, las redes destrozadas por pelucones impunes, agitaron su sangre todos juntos. Apretó los dientes, resopló bajito, dos nubes oscurecieron sus ojos. Miró fijo a los jueces de la competencia. Curvó los invictos pulgares de los pies sobre el pavimento recién estrenado. Entonces, Luis Scott, a quien todos conocíamos como PERICULO, masculló entre las apretadas mandíbulas: "Y si lo mato, ¿no voy preso?"

PELO AL TIEMPO

El día en que Francisquito desapareció del Buceo, sólo dejó, como testimonio de su partida, un reguero de talco, a lo largo de la calle que separa los dos cementerios, en el que podían verse las huellas diminutas de los duendes que siempre escapaban de su valija de peluquero a domicilio.-

-Creeme Raúl, mientras los pobres sigamos corriendo con los gastos de las inmoralidades de los políticos, el país va a seguir siendo una ruina.-
La silueta pequeña, delgada, muy erguida, dejó en suspenso el peine, erizado de dientes dispuestos a hacer presa en la injusticia. La mano derecha empuñaba la tijera de fígaro, cuya punta señalaba el indudable camino a seguir. Permanecía unos segundos inmóvil y su estampa de miniatura garibaldina retomaba de inmediato el movimiento. Entonces el peine trazaba su arco descendente, se mezclaba con el pelo y lo exponía al filo cruel de la tijera que cortaba como si estuviera desbrozando al país de sus lacras.-
Sobre el piso yacía la vetusta maleta de cartón simulando ser cuero.-
Con delicada destreza, Francisquito extraía una toalla de una blancura impecable que colocaba alrededor del cuello del cliente. Si la ocasión era de pelo y barba la navaja siseaba sobre el cuero del asentador. Una reluciente bacía dejaba correr por sus bordes la espuma jabonosa, a medida que la brocha se agitaba en su interior.-

Por supuesto que ya hacía mucho tiempo que nadie salía de la valija de Francisquito a jugar conmigo.-
Al principio, cuando llegaba aquel señor de gris con su valija y mi padre se sentaba en su sillón favorito, bajo el parral, a mí me temblaba todo el cuerpo esperando el momento en que el señor de gris abriera la valija. Entonces, mientras el señor de gris sacaba muchas cosas de la valija y se arrimaba a mi padre, yo aprovechaba para agarrarle la mano al primer señor barbudo chiquito, que salía algo encandilado. Ahí ya nos íbamos al país de los gatos que saltan nubes y desde muy muuuy alto mirábamos a los grillitos de la misma manera que otros señores muy grandes nos miraban a nosotros.-
Los barbudos chiquitos sabían hacer calles de talco por las que llegábamos al país de las hormiguitas locas, que se reían todo el día viendo trabajar a sus primas más grandes.-
También sabían hacer toboganes muuuy largos y podíamos bajar hasta el fondo de la mar a ver a los pececitos que estaban muy tristes porque siempre los pescaban.-
Y sabían hacer nubes de talco volador y seguíamos a las abejas hasta el país del sol dulce y las flores de todos los colores.-
De repente, el señor de gris empezaba a guardar cosas en la valija. Entonces los barbudos chiquitos se iban volando y riendo y se metían todos juntitos en el frasco con talco que les daba tan lindo olor.-

-Francisco, Francisco... ¿Quién me habrá mandado a mí acollararme con un peluquero vago?
La negra Blanca Nieves -por mal nombre Siete Culos- caminaba desde el corredor del rancho, protegido por varillas de madera entrecruzadas, pintadas de celeste, hasta el dormitorio. Cargaba en sus robustos brazos un atado de ropa recién planchada.-
Sentado en un taburete, al costado de la cama, reclinado sobre su valija abierta, estaba Francisquito. Vestía de entrecasa. Inmaculada y raída camisa blanca; pantalón gris, brilloso de tanto uso, pantuflas de felpa que dejaban entrever los dedos pulgares de pequeñas uñas curvadas hacia arriba.-
-¡Ay, Francisco, otra vez conversando con esa valija. Te va' a volver loco hombre!.. Hubiera escuchado al negro Miguel... tá' de frentista e' casas... come asado y chupa vino de lo mejor todos los días... yo podía ser una reina con él... y mirame aquí, cuidando de este vago... que pasea con su valija por todos los boliches del barrio... y a gata' si comemo'...
-Pero mi negrita -la voz queda y dulce de Francisquito acompañada por el gesto amable y desvalido era capaz de hacer amainar al peor temporal- si usted sabe bien cuanto trabajo y que traigo todo el dinero para casa...
-Ta' bien. Pero podía' estar un poco menos en el boliche, vichando esos diario' que solo sirven pa' chimentar o estar de conversa con esos vagos ¿se piensan que van a arreglar el mundo, se piensan?
-No sea así, mi sol, usted sabe que el hombre debe participar cuando la sociedad lo reclama y mis vecinos necesitan de mi actividad política...
-Ai tá... ai tá... ya tenía que salir... anda e' diario' y libro', sabe hablar como dotor y yo digo ¿pa' qué, tata, pa' qué?
-No sea pesimista mujer. Nuestro movimiento político ya es un hecho. Esta noche tenemos una concentración en la esquina del Oasis que va a dar que hablar. Ahora vaya que tengo que pensar mi discurso para esta noche.-
-Bueno ai tiene la ropa limpia y planchada, que nadie pueda decir que esta negra lo tiene abandonado a su Francisco.-

Nadie supo nunca como llegó Francisquito al barrio. Todas las versiones eran coincidentes en que se presentó un día, de traje gris, con chaleco y todo, camisa blanca, valija en mano y ocupó el rancho del finado Bastón.-
Durante algunos días un grupo de negros -que no eran del barrio- trabajaron como negros para dejar el rancho como nuevo; en medio de asados, vinos y tambores. Mientras tanto, Francisquito deambulaba por los boliches del barrio, sorbiendo algún vino con suma delicadeza, ofreciendo sus servicios de peluquero a domicilio.-
Algún parroquiano más audaz o más permeable a la verba florida y convincente del forastero expuso su pelambre a los filos de tijeras y navajas en la trastienda de algún boliche. El resultado debió ser bueno ya que, poco tiempo después, Francisquito visitaba muchas viviendas, acicalando cabezas y caras de los hombres del barrio, escuchando confesiones, quejas y chismes. Por su parte, Francisquito, no perdía oportunidad para ofrecer los servicios de su esposa, Blanca Nieves, como lavandera y planchadora.-
Blanca Nieves apareció en el rancho tan pronto como desaparecieron los negros. Nadie la vió llegar. Simplemente brotó como una inmensa rosa negra, que canturreaba mientras lavaba, almidonaba y planchaba ropa, que entre sus manos adquiría un color tal que opacaba el nombre de la lavandera.-
Las calles del barrio se acostumbraron a verla, bamboleando el inconmensurable culo, cubierta con vestido de algodón celeste y blanco a pequeños cuadraditos, cargando sobre su cabeza grandes bultos de ropa. El olor a pureza se percibía en el aire a una cuadra de distancia por donde transitara Blanca Nieves.-
Si la lluvia le impedía lavar la ropa de sus clientes, cambiaba el piletón por la cocina económica, el agua jabonosa por la sartén con grasa, el refregar la ropa por el amasar dentro de la batea, donde la harina con agua y sal se volvía dócil entre las grandes manos negras. En cuanto escampaba un poco recorría las mismas calles. En vez de atado de ropa sobre la cabeza, portaba un canasto cubierto con paño blanco en cada brazo. Los vecinos esperaban junto a la puerta el turno de saborear los exquisitos pasteles de natillas, dulce de leche o membrillo, hojaldrados hasta más allá de la imaginación.-

-¡En estos momentos parte la columna Centro desde la Plaza Independencia! ¡Alrededor de tres mil personas parten con paso decidido hacia el Buceo!
-¡¡Atento compañero!!
-Sí, adelante...
-¡La columna Cerro viene cruzando El Prado! ¡En estos momentos hay unas cuatro mil personas y la gente se sigue uniendo a la columna!
La radio, luz anaranjada en el dial, vociferaba en medio de ruidos, a través de la caja de madera. Flanqueada por botellas de Fernet Branca y Brandy Terry emitía su voz gangosa y aguda.-
El anaquel de las bebidas constaba de cinco estantes, con una madera compensada clavada por detrás que servía de separación con la pieza de la trastienda. El receptor de radio ocupaba un gran espacio del segundo estante.-
Todos los concurrentes, salvo Francisquito, se apretujaban junto al mostrador para escuchar mejor.-
Francisquito con su traje gris más impecable que siempre, melena y barba brillosas, con aire ausente, sorbía lentamente su vaso de vino ocupando la misma mesa de todos los días en el Oasis. La mirada, aparentemente distraída, vagaba hacia la calle de atardecer de primavera, a través del amplio ventanal. Si alguien miraba atentamente podía percibir un pequeño temblor, tipo aleteo, en la barba del candidato cuando el tono de los locutores radiales subía describiendo a las manifestaciones que convergían hacia el Buceo. Sólo este pequeño detalle denunciaba que toda la atención de Francisquito estaba puesta en la madera eléctrica.-

La carrera política de Francisquito comenzó haciendo proselitismo a domicilio.-
El momento de enjabonar cara y cuello del cliente era el elegido para los comentarios triviales, acerca del clima, alguna enfermedad, algún nuevo vecino llegado al barrio y esa pequeña crónica de entre casa que cualquier fígaro que se preciara debía tener siempre al día.-
Todo el barrio estaba convencido de que Francisquito debía saber lo sucedido en cada casa; aquello que los interesados no querían que trascendiera. Si él estaba al tanto de las pequeñas miserias vecinales, jamás se las comunicó a nadie. De su impecble y decrépito traje gris, con chaleco y todo, jamás salió una confidencia que le fuera revelada. Guardaba esos conocimientos defendidos por la ética del secreto profesional.-
El discurso político comenzaba por los temas internacionales.- Francisquito leía los diarios de la mañana en el boliche de Martinelli, acompañado por un vaso o dos de vino tinto. Por las noches recalaba en el Oasis o en el boliche de Cantón donde acopiaba las noticias de los diarios de la tarde, sin desechar jamás el convite de un vaso de tinto.-
La guerra de Corea, el plan Marshall, el rearme alemán, eran temas que el peluquero manejaba con seguridad de estadista del primer mundo-
-Los rusos y los americanos se dividieron el mundo para comernos mejor. Lo único que nos puede salvar es que Mc-Arthur tire la atómica en Corea y que los rusos y los americanos se trencen entre ellos; sí no....¡pobres de nosotros!
La navaja iba y venía de acuerdo al estado de ánimo de Francisquito. Cuando la reflexión le entristecía, la navaja avanzaba tan lentamente que era desesperante seguir su trayectoria. Si se exaltaba con el discurso, sacudía la blanca melena, se le electrizaban los bigotes teñidos de nicotina, temblaba la barba en pera, la navaja quedaba suspendida a la altura de la frente del cliente y luego descendía en forma abrupta, para posarse suave en la mejilla del afeitado.-
-Sólo los pueblos pobres del mundo podemos cortar las cabezas de los poderosos -exclamaba ya bastante fuera de sí-.
Entonces yo, que lo veía sacudido por un temblor furioso, recorrido por su fe catártica, con la temible navaja en alto, pensaba que la cabeza que iba a cortar en cualquier momento era la de mi padre. Pero estos estados de santa furia, jamás fueron causantes del mínimo daño para sus clientes.-
Al empezar el corte de pelo, incursionaba por la política nacional. Poseía un espíritu hipercrítico, llevado a la exacerbación. No había nadie que hiciera nada bien en política. Según sus dichos los capaces eran prostituídos y prostituyentes. Los demás, eran incapaces. La epopeya de Artigas, la guerra del Paraguay, nuestras guerras civiles, desfilaban a lo largo de sus trabajos depilatorios. Mi padre asentía a su discurso con algún: " 'tá claro", "seguro" o "¡qué razón tenés, Francisco!" Yo siempre sospeché que el laconismo de mi padre obedecía al deseo de verse cuanto antes lejos de las peligrosas tijeras y navajas.-
Al llegar a la parte final del acicalamiento, disminuían las críticas feroces y comenzaban a fluir las utópicas soluciones. El discurso adquiría la convicción y dulzura de su veta de locura mansa.-
-Los pobres tenemos que unirnos. Los pobres del país, los pobres del mundo. Somos más que los ricos. Nada tenemos, pero moral nos sobra.-
Se desplazaba alrededor del cliente con la certeza del chingolo. El cepillo, bien entalcado, diestramente manejado eliminaba meticulosamente todo resto de pelo que maculara piel o ropa.-
-Podemos demostrar que nuestros postulados pueden implantarse sin necesidad de violencia y que todos -y aquí ponía especial énfasis- sin exclusiones, podemos sentarnos a la mesa de la vida.-
Sacaba de la valija un frasco de agua colonia. Empapaba sus manos y comenzaba un enérgico masaje por cara y cuello del recién afeitado.-
-Con la fuerza de nuestras convicciones demostraremos al mundo que la fraternidad es posible, que el hombre sin carencias no mata al propio hermano y que la mano tendida desinteresadamente es aceptada sin dudar.-
Dicho esto -en un tono dulce, sin elevar la voz- retiraba la toalla, la sacudía al aire, haciéndola restallar tres o cuatro veces, la doblaba cuidadosamente y la introducía en la valija. La seguían todas las herramientas y potiches usados en el operativo. Sacudía alguna suciedad -imaginaria o real- de las mangas de su traje y aguardaba -erguido y silente- que se le pagara. Jamás aceptó una propina. Consideraba un acto de indignidad recibir propinas. Se despedía amistosamente, sin afectación. Antes de salir alisaba con las manos su melena y barba. Tomaba la valija, con la dignidad de un médico que toma el maletín, y en pocos segundos su silueta espada cortaba los vientos del sur, rumbo a otra casa, otro auditorio, otros sueños de profeta en propia tierra.-

Por supuesto que hubo varios vecinos que hicieron de él su lider indiscutido.-
Eran épocas en que los pesitos alcanzaban y había tiempo para el ocio creador. Las máximas expresiones del ocio creador se daban en las barras de los boliches.-
Pronto algún vecino llevó a Francisquito a una comida de los camioneros en las canteras de La Paz. Ahí fue recibido como un auténtico caudillo y, a posteriori del discurso de sobremesa, fue paseado en andas y largamente ovacionado.-
Este acto convenció a Francisquito de que su popularidad trascendía las fronteras del Buceo.-
Se fundó, bajo su égida, el Partido Popular Auténtico y se confeccionó la bandera que años después, en un hecho incalificable, fuera plagiada por el Movimiento Ruralista de Benito Nardone.-
Era claro que, cuando llegaba el carnaval, caudillo de tal calibre debía encabezar los corsos vecinales. El día del corso varios vecinos lavaban a manguera, cepillo y muchas barras de jabón Bao, la jardinera de Periculo hasta dejarla casi sin olor a pescado. El pobre jamelgo, que día a día recorría las calles del barrio transportando el "Pescadooo frescooo" que el propio Periculo pescaba y vendía, era cepillado hasta que el brillo del pelo disimulaba la endémica flacura que padecía.-
Aparecía, nunca se supo bien de donde, un desvencijado sofá Luis XVI, de dos cuerpos tapizado con una opaca y desvaída pana roja, que era asegurado con cuerdas y alambres al carro del pescador.-
Las damas jóvenes adornaban la jardinera con ramas de transparentes y tamarises entre las que introducían hermosas flores que, por pudor, nadie preguntó nunca de donde venían. En un barrio con dos cementerios todos tenían la certeza de la procedencia de las flores.-
La noche del corso, Periculo, calzando sus mejores alpargatas conducía el carro desde el pescante y Francisquito, con empaque de dignatario real, saludaba, distante, desde su asiento de pana. Eran tales los vítores de los vecinos que el carro debía hacer hasta tres veces el recorrido de la calle Melitón González desde Rivera hasta Miguel Grau y viceversa.-
El movimiento fue creciendo. Francisquito era llevado a toda reunión que se hiciera por cualquier motivo y en la que hubiera más de cincuenta personas. Invariablemente era ovacionado y llevado en andas.-
Las elecciones se aproximaban. Francisquito ya se veía titular de una banca como representante del Buceo.-
Había llegado la hora del gran acto de masas.-

-¡Atención! ¡Atención! Atento Buceo, la columna Centro está llegando a la Estación Pocitos. No menos de ocho mil personas componen esta columna y aclaman a su lider. ¡Escuchen!
En medio de ruidos de estática y multitud en movimiento parecía oírse algo así como ¡FRAN CIS QUITO...FRAN CIS QUITO!
-¡Atención, atención! Aquí columna Cerro. ¡Como mínimo diez mil personas están pasando al costado del Estadio Centenario!
-¡Atento compañeros!
-Sí, adelante...
-Aquí estamos en el cruce de Rivera y Rosell y Rius, lugar en el que deben reunirse las dos columnas. Hay aquí un escuadrón de la Guardia Republicana sobre la acera de Villa Dolores y otro en la Plazoleta Viera. Nos parece desmedido tal despliegue de fuerzas para controlar una manifestación que hasta ahora es un ejemplo de civismo.-
Francisquito estiraba las mangas de su saco. Sacudía una imaginaria mota de polvo de la solapa y luego se acariciaba la barba.-
La voz que surgía de la radio emitía con tonos dramáticos.-
-¡¡Es increíble!! Exactamente a la hora veinte ambas columnas se están reuniendo en la esquina de Villa Dolores. Parece increíble tal precisión y puntualidad. Reinician la marcha por la calle Rivera... pero...¿qué pasa?.. Hay insultos de los manifestantes contra la policía...¡Nooo!.. ¿qué es esto?.. Están volando piedras contra los agentes de la Guardia Republicana. ¡Caballos y jinetes arremeten contra la multitud!.. ¡La gente corre como enloquecida!.. ¡Llueven los sablazos! ¡La represión es desmedida!... ¡La manifestación está siendo dispersada con mucha violencia!... Realmente este acto cívico no merecía este fina... ... ...
Siguió un ruido impresionante, un largo silencio, seguido por una voz serena, de locutor profesional, que anunciaba que la transmisión continuaba desde estudios.-
El bolichero apagó la radio.-
Francisquito, con los ojos brillantes, se mesaba la barba repitiendo indignado: "¡Fue la quinta columna! ¡Fue la quinta columna!"
Los parroquianos, que a esta altura eran una cantidad importante, consolaban al candidato: "¡Vamo' arriba, Francisco. No nos van a joder! ¡Vos vas pa'l Palacio, como sea!"
-¡Que hable, que hable!..Se empezó a corear con insistencia.-
Mientras algunos acomodaban una mesa contra la pared en la que lucían entrelazadas las banderas uruguaya y la del movimiento, los dos anónimos artistas, que habían realizado toda la trasmisión radial ocultos detrás de la madera compensada aprovecharon para mezclarse, sin ser notados, entre los parroquianos.-
Francisquito fue puesto de pie sobre la mesa, bajo las banderas.-
Con enérgico gesto acalló a la concurrencia y dijo:
"-¡No habrá quinta columna capaz de detenernos!
Gritos de aprobación y largos aplausos .-
"-¡Defenderé siempre los altos postulados de la humanidad...
En este punto entraron al boliche dos agentes de la 25 que estaban de ronda. Descolgaron las banderas y se llevaron detenidos a Francisquito y a cuatro miembros del Comité Central, quienes pasaron veinticuatro horas en la seccional hasta que un Juez, comprensivo y benevolente, decretó: "Libertad y antecedentes"

La noticia corrió como ñandú asustado.
-Murió la negra Blanca Nieves. Murió la mujer de Francisquito.-"
Fue después de un frío y neblinoso mediodía de invierno. Todos los que se encontraban a esa hora en el barrio fueron al rancho de Francisquito.-
Junto a la puerta de entrada. sentado en un taburete, desconsolado, el peluquero balbuceaba hacia el interior de su entreabierta valija.-
Las pantuflas calzadas como chancletas; el pantalón gris arrugado; la camisa, antes blanca, arremangada, ajada y con roce grasoso en el cuello. Francisquito era la desolada imagen de un hombre puesto de rodillas por la vida.-
Los vecinos hacían llegar sus pésames. Alguien preguntó: -¿Dónde es el velorio?
Francisquito, con voz entrecortada repetía: -No sé...no sé... se la llevaron los hermanos.-
Los vecinos que fueron a saludar por la noche encontraron el rancho cerrado.-
Los vecinos que fueron a saludar a la mañana siguiente encontraron el rancho abierto de par en par, totalmente vaciado de mobiliario y objetos.-
De Francisquito nunca nadie supo más nada.-

Muchas tardecitas de verano, mateando bajo los mismos parrales en que Francisquito cortaba el pelo a mi padre, se acerca a mi lado el viejo fígaro. Sin palabras abre la valija. Un duende muy pequeño corre hasta su hombro, salta a mi mano y los tres emprendemos vuelo al Mundo Loco de Francisquito, donde todo es de todos y donde no existen vocablos capaces de significar, envidia, prepotencia, injusticia o guerra.-