PELO AL TIEMPO

El día en que Francisquito desapareció del Buceo, sólo dejó, como testimonio de su partida, un reguero de talco, a lo largo de la calle que separa los dos cementerios, en el que podían verse las huellas diminutas de los duendes que siempre escapaban de su valija de peluquero a domicilio.-

-Creeme Raúl, mientras los pobres sigamos corriendo con los gastos de las inmoralidades de los políticos, el país va a seguir siendo una ruina.-
La silueta pequeña, delgada, muy erguida, dejó en suspenso el peine, erizado de dientes dispuestos a hacer presa en la injusticia. La mano derecha empuñaba la tijera de fígaro, cuya punta señalaba el indudable camino a seguir. Permanecía unos segundos inmóvil y su estampa de miniatura garibaldina retomaba de inmediato el movimiento. Entonces el peine trazaba su arco descendente, se mezclaba con el pelo y lo exponía al filo cruel de la tijera que cortaba como si estuviera desbrozando al país de sus lacras.-
Sobre el piso yacía la vetusta maleta de cartón simulando ser cuero.-
Con delicada destreza, Francisquito extraía una toalla de una blancura impecable que colocaba alrededor del cuello del cliente. Si la ocasión era de pelo y barba la navaja siseaba sobre el cuero del asentador. Una reluciente bacía dejaba correr por sus bordes la espuma jabonosa, a medida que la brocha se agitaba en su interior.-

Por supuesto que ya hacía mucho tiempo que nadie salía de la valija de Francisquito a jugar conmigo.-
Al principio, cuando llegaba aquel señor de gris con su valija y mi padre se sentaba en su sillón favorito, bajo el parral, a mí me temblaba todo el cuerpo esperando el momento en que el señor de gris abriera la valija. Entonces, mientras el señor de gris sacaba muchas cosas de la valija y se arrimaba a mi padre, yo aprovechaba para agarrarle la mano al primer señor barbudo chiquito, que salía algo encandilado. Ahí ya nos íbamos al país de los gatos que saltan nubes y desde muy muuuy alto mirábamos a los grillitos de la misma manera que otros señores muy grandes nos miraban a nosotros.-
Los barbudos chiquitos sabían hacer calles de talco por las que llegábamos al país de las hormiguitas locas, que se reían todo el día viendo trabajar a sus primas más grandes.-
También sabían hacer toboganes muuuy largos y podíamos bajar hasta el fondo de la mar a ver a los pececitos que estaban muy tristes porque siempre los pescaban.-
Y sabían hacer nubes de talco volador y seguíamos a las abejas hasta el país del sol dulce y las flores de todos los colores.-
De repente, el señor de gris empezaba a guardar cosas en la valija. Entonces los barbudos chiquitos se iban volando y riendo y se metían todos juntitos en el frasco con talco que les daba tan lindo olor.-

-Francisco, Francisco... ¿Quién me habrá mandado a mí acollararme con un peluquero vago?
La negra Blanca Nieves -por mal nombre Siete Culos- caminaba desde el corredor del rancho, protegido por varillas de madera entrecruzadas, pintadas de celeste, hasta el dormitorio. Cargaba en sus robustos brazos un atado de ropa recién planchada.-
Sentado en un taburete, al costado de la cama, reclinado sobre su valija abierta, estaba Francisquito. Vestía de entrecasa. Inmaculada y raída camisa blanca; pantalón gris, brilloso de tanto uso, pantuflas de felpa que dejaban entrever los dedos pulgares de pequeñas uñas curvadas hacia arriba.-
-¡Ay, Francisco, otra vez conversando con esa valija. Te va' a volver loco hombre!.. Hubiera escuchado al negro Miguel... tá' de frentista e' casas... come asado y chupa vino de lo mejor todos los días... yo podía ser una reina con él... y mirame aquí, cuidando de este vago... que pasea con su valija por todos los boliches del barrio... y a gata' si comemo'...
-Pero mi negrita -la voz queda y dulce de Francisquito acompañada por el gesto amable y desvalido era capaz de hacer amainar al peor temporal- si usted sabe bien cuanto trabajo y que traigo todo el dinero para casa...
-Ta' bien. Pero podía' estar un poco menos en el boliche, vichando esos diario' que solo sirven pa' chimentar o estar de conversa con esos vagos ¿se piensan que van a arreglar el mundo, se piensan?
-No sea así, mi sol, usted sabe que el hombre debe participar cuando la sociedad lo reclama y mis vecinos necesitan de mi actividad política...
-Ai tá... ai tá... ya tenía que salir... anda e' diario' y libro', sabe hablar como dotor y yo digo ¿pa' qué, tata, pa' qué?
-No sea pesimista mujer. Nuestro movimiento político ya es un hecho. Esta noche tenemos una concentración en la esquina del Oasis que va a dar que hablar. Ahora vaya que tengo que pensar mi discurso para esta noche.-
-Bueno ai tiene la ropa limpia y planchada, que nadie pueda decir que esta negra lo tiene abandonado a su Francisco.-

Nadie supo nunca como llegó Francisquito al barrio. Todas las versiones eran coincidentes en que se presentó un día, de traje gris, con chaleco y todo, camisa blanca, valija en mano y ocupó el rancho del finado Bastón.-
Durante algunos días un grupo de negros -que no eran del barrio- trabajaron como negros para dejar el rancho como nuevo; en medio de asados, vinos y tambores. Mientras tanto, Francisquito deambulaba por los boliches del barrio, sorbiendo algún vino con suma delicadeza, ofreciendo sus servicios de peluquero a domicilio.-
Algún parroquiano más audaz o más permeable a la verba florida y convincente del forastero expuso su pelambre a los filos de tijeras y navajas en la trastienda de algún boliche. El resultado debió ser bueno ya que, poco tiempo después, Francisquito visitaba muchas viviendas, acicalando cabezas y caras de los hombres del barrio, escuchando confesiones, quejas y chismes. Por su parte, Francisquito, no perdía oportunidad para ofrecer los servicios de su esposa, Blanca Nieves, como lavandera y planchadora.-
Blanca Nieves apareció en el rancho tan pronto como desaparecieron los negros. Nadie la vió llegar. Simplemente brotó como una inmensa rosa negra, que canturreaba mientras lavaba, almidonaba y planchaba ropa, que entre sus manos adquiría un color tal que opacaba el nombre de la lavandera.-
Las calles del barrio se acostumbraron a verla, bamboleando el inconmensurable culo, cubierta con vestido de algodón celeste y blanco a pequeños cuadraditos, cargando sobre su cabeza grandes bultos de ropa. El olor a pureza se percibía en el aire a una cuadra de distancia por donde transitara Blanca Nieves.-
Si la lluvia le impedía lavar la ropa de sus clientes, cambiaba el piletón por la cocina económica, el agua jabonosa por la sartén con grasa, el refregar la ropa por el amasar dentro de la batea, donde la harina con agua y sal se volvía dócil entre las grandes manos negras. En cuanto escampaba un poco recorría las mismas calles. En vez de atado de ropa sobre la cabeza, portaba un canasto cubierto con paño blanco en cada brazo. Los vecinos esperaban junto a la puerta el turno de saborear los exquisitos pasteles de natillas, dulce de leche o membrillo, hojaldrados hasta más allá de la imaginación.-

-¡En estos momentos parte la columna Centro desde la Plaza Independencia! ¡Alrededor de tres mil personas parten con paso decidido hacia el Buceo!
-¡¡Atento compañero!!
-Sí, adelante...
-¡La columna Cerro viene cruzando El Prado! ¡En estos momentos hay unas cuatro mil personas y la gente se sigue uniendo a la columna!
La radio, luz anaranjada en el dial, vociferaba en medio de ruidos, a través de la caja de madera. Flanqueada por botellas de Fernet Branca y Brandy Terry emitía su voz gangosa y aguda.-
El anaquel de las bebidas constaba de cinco estantes, con una madera compensada clavada por detrás que servía de separación con la pieza de la trastienda. El receptor de radio ocupaba un gran espacio del segundo estante.-
Todos los concurrentes, salvo Francisquito, se apretujaban junto al mostrador para escuchar mejor.-
Francisquito con su traje gris más impecable que siempre, melena y barba brillosas, con aire ausente, sorbía lentamente su vaso de vino ocupando la misma mesa de todos los días en el Oasis. La mirada, aparentemente distraída, vagaba hacia la calle de atardecer de primavera, a través del amplio ventanal. Si alguien miraba atentamente podía percibir un pequeño temblor, tipo aleteo, en la barba del candidato cuando el tono de los locutores radiales subía describiendo a las manifestaciones que convergían hacia el Buceo. Sólo este pequeño detalle denunciaba que toda la atención de Francisquito estaba puesta en la madera eléctrica.-

La carrera política de Francisquito comenzó haciendo proselitismo a domicilio.-
El momento de enjabonar cara y cuello del cliente era el elegido para los comentarios triviales, acerca del clima, alguna enfermedad, algún nuevo vecino llegado al barrio y esa pequeña crónica de entre casa que cualquier fígaro que se preciara debía tener siempre al día.-
Todo el barrio estaba convencido de que Francisquito debía saber lo sucedido en cada casa; aquello que los interesados no querían que trascendiera. Si él estaba al tanto de las pequeñas miserias vecinales, jamás se las comunicó a nadie. De su impecble y decrépito traje gris, con chaleco y todo, jamás salió una confidencia que le fuera revelada. Guardaba esos conocimientos defendidos por la ética del secreto profesional.-
El discurso político comenzaba por los temas internacionales.- Francisquito leía los diarios de la mañana en el boliche de Martinelli, acompañado por un vaso o dos de vino tinto. Por las noches recalaba en el Oasis o en el boliche de Cantón donde acopiaba las noticias de los diarios de la tarde, sin desechar jamás el convite de un vaso de tinto.-
La guerra de Corea, el plan Marshall, el rearme alemán, eran temas que el peluquero manejaba con seguridad de estadista del primer mundo-
-Los rusos y los americanos se dividieron el mundo para comernos mejor. Lo único que nos puede salvar es que Mc-Arthur tire la atómica en Corea y que los rusos y los americanos se trencen entre ellos; sí no....¡pobres de nosotros!
La navaja iba y venía de acuerdo al estado de ánimo de Francisquito. Cuando la reflexión le entristecía, la navaja avanzaba tan lentamente que era desesperante seguir su trayectoria. Si se exaltaba con el discurso, sacudía la blanca melena, se le electrizaban los bigotes teñidos de nicotina, temblaba la barba en pera, la navaja quedaba suspendida a la altura de la frente del cliente y luego descendía en forma abrupta, para posarse suave en la mejilla del afeitado.-
-Sólo los pueblos pobres del mundo podemos cortar las cabezas de los poderosos -exclamaba ya bastante fuera de sí-.
Entonces yo, que lo veía sacudido por un temblor furioso, recorrido por su fe catártica, con la temible navaja en alto, pensaba que la cabeza que iba a cortar en cualquier momento era la de mi padre. Pero estos estados de santa furia, jamás fueron causantes del mínimo daño para sus clientes.-
Al empezar el corte de pelo, incursionaba por la política nacional. Poseía un espíritu hipercrítico, llevado a la exacerbación. No había nadie que hiciera nada bien en política. Según sus dichos los capaces eran prostituídos y prostituyentes. Los demás, eran incapaces. La epopeya de Artigas, la guerra del Paraguay, nuestras guerras civiles, desfilaban a lo largo de sus trabajos depilatorios. Mi padre asentía a su discurso con algún: " 'tá claro", "seguro" o "¡qué razón tenés, Francisco!" Yo siempre sospeché que el laconismo de mi padre obedecía al deseo de verse cuanto antes lejos de las peligrosas tijeras y navajas.-
Al llegar a la parte final del acicalamiento, disminuían las críticas feroces y comenzaban a fluir las utópicas soluciones. El discurso adquiría la convicción y dulzura de su veta de locura mansa.-
-Los pobres tenemos que unirnos. Los pobres del país, los pobres del mundo. Somos más que los ricos. Nada tenemos, pero moral nos sobra.-
Se desplazaba alrededor del cliente con la certeza del chingolo. El cepillo, bien entalcado, diestramente manejado eliminaba meticulosamente todo resto de pelo que maculara piel o ropa.-
-Podemos demostrar que nuestros postulados pueden implantarse sin necesidad de violencia y que todos -y aquí ponía especial énfasis- sin exclusiones, podemos sentarnos a la mesa de la vida.-
Sacaba de la valija un frasco de agua colonia. Empapaba sus manos y comenzaba un enérgico masaje por cara y cuello del recién afeitado.-
-Con la fuerza de nuestras convicciones demostraremos al mundo que la fraternidad es posible, que el hombre sin carencias no mata al propio hermano y que la mano tendida desinteresadamente es aceptada sin dudar.-
Dicho esto -en un tono dulce, sin elevar la voz- retiraba la toalla, la sacudía al aire, haciéndola restallar tres o cuatro veces, la doblaba cuidadosamente y la introducía en la valija. La seguían todas las herramientas y potiches usados en el operativo. Sacudía alguna suciedad -imaginaria o real- de las mangas de su traje y aguardaba -erguido y silente- que se le pagara. Jamás aceptó una propina. Consideraba un acto de indignidad recibir propinas. Se despedía amistosamente, sin afectación. Antes de salir alisaba con las manos su melena y barba. Tomaba la valija, con la dignidad de un médico que toma el maletín, y en pocos segundos su silueta espada cortaba los vientos del sur, rumbo a otra casa, otro auditorio, otros sueños de profeta en propia tierra.-

Por supuesto que hubo varios vecinos que hicieron de él su lider indiscutido.-
Eran épocas en que los pesitos alcanzaban y había tiempo para el ocio creador. Las máximas expresiones del ocio creador se daban en las barras de los boliches.-
Pronto algún vecino llevó a Francisquito a una comida de los camioneros en las canteras de La Paz. Ahí fue recibido como un auténtico caudillo y, a posteriori del discurso de sobremesa, fue paseado en andas y largamente ovacionado.-
Este acto convenció a Francisquito de que su popularidad trascendía las fronteras del Buceo.-
Se fundó, bajo su égida, el Partido Popular Auténtico y se confeccionó la bandera que años después, en un hecho incalificable, fuera plagiada por el Movimiento Ruralista de Benito Nardone.-
Era claro que, cuando llegaba el carnaval, caudillo de tal calibre debía encabezar los corsos vecinales. El día del corso varios vecinos lavaban a manguera, cepillo y muchas barras de jabón Bao, la jardinera de Periculo hasta dejarla casi sin olor a pescado. El pobre jamelgo, que día a día recorría las calles del barrio transportando el "Pescadooo frescooo" que el propio Periculo pescaba y vendía, era cepillado hasta que el brillo del pelo disimulaba la endémica flacura que padecía.-
Aparecía, nunca se supo bien de donde, un desvencijado sofá Luis XVI, de dos cuerpos tapizado con una opaca y desvaída pana roja, que era asegurado con cuerdas y alambres al carro del pescador.-
Las damas jóvenes adornaban la jardinera con ramas de transparentes y tamarises entre las que introducían hermosas flores que, por pudor, nadie preguntó nunca de donde venían. En un barrio con dos cementerios todos tenían la certeza de la procedencia de las flores.-
La noche del corso, Periculo, calzando sus mejores alpargatas conducía el carro desde el pescante y Francisquito, con empaque de dignatario real, saludaba, distante, desde su asiento de pana. Eran tales los vítores de los vecinos que el carro debía hacer hasta tres veces el recorrido de la calle Melitón González desde Rivera hasta Miguel Grau y viceversa.-
El movimiento fue creciendo. Francisquito era llevado a toda reunión que se hiciera por cualquier motivo y en la que hubiera más de cincuenta personas. Invariablemente era ovacionado y llevado en andas.-
Las elecciones se aproximaban. Francisquito ya se veía titular de una banca como representante del Buceo.-
Había llegado la hora del gran acto de masas.-

-¡Atención! ¡Atención! Atento Buceo, la columna Centro está llegando a la Estación Pocitos. No menos de ocho mil personas componen esta columna y aclaman a su lider. ¡Escuchen!
En medio de ruidos de estática y multitud en movimiento parecía oírse algo así como ¡FRAN CIS QUITO...FRAN CIS QUITO!
-¡Atención, atención! Aquí columna Cerro. ¡Como mínimo diez mil personas están pasando al costado del Estadio Centenario!
-¡Atento compañeros!
-Sí, adelante...
-Aquí estamos en el cruce de Rivera y Rosell y Rius, lugar en el que deben reunirse las dos columnas. Hay aquí un escuadrón de la Guardia Republicana sobre la acera de Villa Dolores y otro en la Plazoleta Viera. Nos parece desmedido tal despliegue de fuerzas para controlar una manifestación que hasta ahora es un ejemplo de civismo.-
Francisquito estiraba las mangas de su saco. Sacudía una imaginaria mota de polvo de la solapa y luego se acariciaba la barba.-
La voz que surgía de la radio emitía con tonos dramáticos.-
-¡¡Es increíble!! Exactamente a la hora veinte ambas columnas se están reuniendo en la esquina de Villa Dolores. Parece increíble tal precisión y puntualidad. Reinician la marcha por la calle Rivera... pero...¿qué pasa?.. Hay insultos de los manifestantes contra la policía...¡Nooo!.. ¿qué es esto?.. Están volando piedras contra los agentes de la Guardia Republicana. ¡Caballos y jinetes arremeten contra la multitud!.. ¡La gente corre como enloquecida!.. ¡Llueven los sablazos! ¡La represión es desmedida!... ¡La manifestación está siendo dispersada con mucha violencia!... Realmente este acto cívico no merecía este fina... ... ...
Siguió un ruido impresionante, un largo silencio, seguido por una voz serena, de locutor profesional, que anunciaba que la transmisión continuaba desde estudios.-
El bolichero apagó la radio.-
Francisquito, con los ojos brillantes, se mesaba la barba repitiendo indignado: "¡Fue la quinta columna! ¡Fue la quinta columna!"
Los parroquianos, que a esta altura eran una cantidad importante, consolaban al candidato: "¡Vamo' arriba, Francisco. No nos van a joder! ¡Vos vas pa'l Palacio, como sea!"
-¡Que hable, que hable!..Se empezó a corear con insistencia.-
Mientras algunos acomodaban una mesa contra la pared en la que lucían entrelazadas las banderas uruguaya y la del movimiento, los dos anónimos artistas, que habían realizado toda la trasmisión radial ocultos detrás de la madera compensada aprovecharon para mezclarse, sin ser notados, entre los parroquianos.-
Francisquito fue puesto de pie sobre la mesa, bajo las banderas.-
Con enérgico gesto acalló a la concurrencia y dijo:
"-¡No habrá quinta columna capaz de detenernos!
Gritos de aprobación y largos aplausos .-
"-¡Defenderé siempre los altos postulados de la humanidad...
En este punto entraron al boliche dos agentes de la 25 que estaban de ronda. Descolgaron las banderas y se llevaron detenidos a Francisquito y a cuatro miembros del Comité Central, quienes pasaron veinticuatro horas en la seccional hasta que un Juez, comprensivo y benevolente, decretó: "Libertad y antecedentes"

La noticia corrió como ñandú asustado.
-Murió la negra Blanca Nieves. Murió la mujer de Francisquito.-"
Fue después de un frío y neblinoso mediodía de invierno. Todos los que se encontraban a esa hora en el barrio fueron al rancho de Francisquito.-
Junto a la puerta de entrada. sentado en un taburete, desconsolado, el peluquero balbuceaba hacia el interior de su entreabierta valija.-
Las pantuflas calzadas como chancletas; el pantalón gris arrugado; la camisa, antes blanca, arremangada, ajada y con roce grasoso en el cuello. Francisquito era la desolada imagen de un hombre puesto de rodillas por la vida.-
Los vecinos hacían llegar sus pésames. Alguien preguntó: -¿Dónde es el velorio?
Francisquito, con voz entrecortada repetía: -No sé...no sé... se la llevaron los hermanos.-
Los vecinos que fueron a saludar por la noche encontraron el rancho cerrado.-
Los vecinos que fueron a saludar a la mañana siguiente encontraron el rancho abierto de par en par, totalmente vaciado de mobiliario y objetos.-
De Francisquito nunca nadie supo más nada.-

Muchas tardecitas de verano, mateando bajo los mismos parrales en que Francisquito cortaba el pelo a mi padre, se acerca a mi lado el viejo fígaro. Sin palabras abre la valija. Un duende muy pequeño corre hasta su hombro, salta a mi mano y los tres emprendemos vuelo al Mundo Loco de Francisquito, donde todo es de todos y donde no existen vocablos capaces de significar, envidia, prepotencia, injusticia o guerra.-

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